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Mezquindades de noche

Tanto revuelo en la mente me lleva a absorber la noche, caminarla hacia algún lugar, sin destino.

La avenida se mueve como día, pasa un auto sin temor a la muerte por mi lado, su velocidad es tal que levanta el polvo de esta ciudad embadurnada. Espero que en cualquier instante, detrás de mi paso, se oiga un estallido, tiene un pacto con la esquizofrenia y casi merece un encuentro con aquella señora no buscada.

Un hotel de paso en el camino invade con colores estridentes, figuras kitsch, una chica estereotipada pintada en la pared sobre una moto, la imagen es desagradablemente perfecta.

El andar no llama a aprehender la noche, regreso a mi estancia, a ese lugar que parece paz, parece. Los vecinos siguen llegando como si fuera la terminación del día y ya estamos entrando al día que sigue.

Me siento en un banco intentando atrapar la noche, despejar la vida y no hay paz, simulación. Intento regodearme del ambiente primaveral, la luna se mueve, amarilla, en plena redondez, se esconde detrás de las nubes, pero no es ella la que se mueve, es acá, la tierra gira. Se escucha el andar de una ciudad que no duerme, a lo lejos parpadean las ventanas tiritando en tonos amarillos, rojos, sedientos.

Recordé una escena de alguien sentado en su ventana, cautivando la noche, con espacio para sentarse, envolverse. No tengo esa ventana, algún día me gustaría tenerla. Es inmensa y se podría estar sin soportar la quietud inexistente del afuera. Una ventana al mundo sin tocarlo, aspirar y que el aire húmedo me penetre sin más. Inhalar, exhalar, mirar sin mirar, escuchar, no más.

Miro un mensaje recibido, comienza: te quiero mucho, después una pregunta banal. Es bello palpar la ingenuidad en tan pocas letras, un cariño que recorre kilómetros desde su nacimiento. Alivia, alivia la dureza de tener que lidiar con tanto devaneo mental, sordidez sin compasión, la vida.

Recuerdo cada frase del día, dentro de cada palabra acometida, un nombre inconfundible emerge, se reitera. De esos que no tienen sílabas compuestas, ni letras intercambiables. Resuena una y otra vez. Escuchar, separar el sonido del significado, y el pensamiento que vuelve, se mueve, se esconde, vuelve.

Hoy he salido a caminar para limpiar el alma. Exhausta de tanta tensión sin sentido, recuerdo que el egoísmo es presente, una vez más, y entre cada sonido emitido, tú.

Y aquí ando, así, frente a estas letras sin dueños, pensando cuando será el día que tu presencia en mi mundo se simule entre miles de miradas triviales de cotidianidad. Es arduo el olvido, casi inconmensurable su recorrido, y además tanto imaginario incorpóreo y lingüístico. Mucho, mucho ruido.

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La Joya, SD, CA, hace mucho tiempo